Shadamy 153

Shadamy 153
Del odio al amor hay un solo paso.

jueves, 13 de marzo de 2014

Capítulo 10

Shadow:
 - ¿Me llamabas?- tomé asiento a su lado con la vista fija en un botón de su camisa que andaba suelto. Pude ver el inicio de su pecho.
Laura apareció detrás del cristal que daba al pasillo y me hizo un corte de mangas antes de entrar en su clase.
Ciao, bella, pensé acercándome más a Amy.
- Vete de aquí- masculló con aquellos labios carnosos.
- Es mi clase.
- Vete del pupitre.
- Es mi sitio.
Amy miró a Irene con ojos interrogantes. Marcos apareció en ese momento.
- Es cierto, es su sitio- dijo Irene, encogiéndose de hombros. 
- Marcos, ¿te importa sentarte con Ire?- ni siquiera le miré, solo tenía ojos para intimidar a Amy.
Estaba comenzando a divertirme.
- ¡No! Me sentaré yo con ella- se acercó demasiado.
Quiso levantarse, pero se lo impedí coincidiendo con la llegada de la señora Vanilla, la profesora de Biología. Miré a Amy directamente y le guiñé un ojo; esperaba que resoplara o que hiciera cualquier gesto de desesperación, pero no hizo nada. Solo me observó fijamente mientras apretaba la mandíbula. Me estaba retando, así que le concedí el placer aceptando el reto con una sonrisa.
- Soy Shadow Black- me acerqué a ella-. Me alegro de verte.
- Amy Rose- dijo mirándome a los ojos-. Yo no puedo decir lo mismo.
- Señora Vanilla, me alegra informarle- dije con sorna recostándome en el asiento- que tenemos una nueva alumna.
Amy frunció los labios antes de enviarle una sonrisa a la profesora.
- ¡Oh, sí!- sonrió Vanilla mirando su ficha-. Es cierto.
- Propongo que se presente, ¿qué le parece?- miré a mi nueva compañera de asiento de forma chulesca y comprendí por su gesto que ya me odiaba. ¡Perfecto! Un nuevo récord.
- ¡Por supuesto!- ratificó la profesora.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Capitulo 9

Amy:
El lunes a primera hora me reuní con Ana, Irene y Lois en la entrada del San Angelo. En ese colegio iba a cursar el último curso de enseñanza media antes de ir a la universidad. Me sorprendió que el edificio fuera tan grande. Incluso tenía aparcamiento.
Como bien planeó Matt, mi padre no se había enterado de nada de lo que ocurrió el sábado, así que pude pasar el resto del fin de semana con Ana y sus amigos dando largos paseos por la ciudad y gastando dinero con la tarjeta. Por supuesto, fuimos caminando a todas partes. No podía arriesgarme a tener otro tropiezo. Estaba segura de que pasaría un tiempo hasta que volviera a coger un taxi.
Cuando se lo expliqué a mis amigos, se partieron de risa. No entendí por qué les hizo tanta gracia, la verdad.
Entré en la secretaría. Por su decoración, parecía que estabas en la consulta de un médico de pago: sillones oscuros flanqueando una mesa de cristal con un bonito jarrón con flores rojas. No me extrañaría que esos colores estuvieran pensados para que combinaran con nuestros uniformes. La pared estaba llena de cuadros de alumnos ya graduados y artículos de periódico.
El San Angelo era la mejor institución educativa de Mobius y sus becas eran muy sonadas. Había una lista de espera de casi dos años para poder entrar. Algunos, como mi padre, se la saltaban utilizando las influencias.

Contemplé mi imagen ataviada con el uniforme en un espejo que colgaba en la pared del fondo. La falda de pliegues roja con los típicos cuadrados en amarillo y negro dejaba al descubierto mis rodillas, algo que en mi antiguo uniforme era impensable. De hecho, aquel conjunto era totalmente diferente al del internado. Era atrevido, incluso sexy, y muy rojo. La camisa blanca se ceñía a la cintura, lo que ayudaba a marcar la figura. El polo rojo era algo más holgado y clásico, con el nombre y el escudo del instituto bordado en hilo dorado, como una imagen típica de la realeza. Aquel jersey era optativo llevarlo, pero a mi madre no le parecía bien que prescindiera de él (me lo quité en cuanto salí de casa). Lo más discreto, por así decirlo, era la corbata y las medias que ocultaban parte de mis rodillas y casi se unían a la falda. Y después estaban los zapatos, que llevaban algo de tacón siguiendo las normas imperantes. Por supuesto, yo me puse unos más altos.
Me acerqué al mostrador, donde una secretaria mordisqueaba un bolígrafo entre sorbo y sorbo de su café.
- Buenos días, soy Amy Rose.
La secretaria se levantó sonriente y se puso a rebuscar mi matrícula en los archivos ordenados alfabéticamente que había tras ella. Extrajo mi carpeta, la abrió y cogió un folio que no tardó en sellar y firmar.
- Bien, estás en Ciencias, ¿verdad?- dijo, mientras se quitaba el bolígrafo de su boca.
- Así es.
- Tu clase es cuarto D. Aquí tienes el horario. ¿Quieres que te acompañe?
- No, no se preocupe. tengo amigas que van a la misma clase.- Desvié la mirada hacia la puerta. Me saludaron de forma escandalosa desde fuera.
- Genial. Una chica sociable, me alegro-  añadió, entregándome el horario-. Bueno, pues que tengas un buen día de clase, Amy.
- Muchas gracias.
- Si necesitas algo, aquí estaré. Por cierto, me llamo Cream.
- Estupendo, Cream. Buenos días.- Salí de la secretaría mirándome el horario.
Compartiría clase con Irene.
- Bueno, ¿cuál es tu clase?- preguntó Lois, expectante, en cuanto abrí la puerta de cristal.
- Cuarto D.
Ana resopló algo decepcionada.
- En fin, nos veremos a la hora del recreo. Mi clase está en el otro extremo del pasillo. La comparto con tu querida prima.
- ¡Y conmigo! Que no se te olvide- añadió Lois.
- ¿Quién es tu prima?- preguntó, curiosa, Irene.
- Sally Acorn.
- ¡Joder!
En ese momento, Ana miró por encima de mi hombro. Su cara reflejaba entre fascinación y aturdimiento. Jamás la había visto así.
Un erizo de pelaje negro con las orejas rojas y ojos rojo claro se acercó y la saludó fríamente. Curiosamente, me recordó al loco del taxi. Debía estar obsesionada.
- Hola Marcos. No me has llamado en todo el fin de semana- dijo Ana dándole un suave beso en los labios.
Sin duda, aquel debía ser el chico del que tanto me había hablado. No terminaban de ser novios, pero ella tenía interés. Más del que él sugería; parecía aburrido.
El tal Marcos me miró y sonrió, pasando de responder a Ana.
- Hola, Amy- dijo arrastrando mi nombre. Sonó sexy.
- ¿Y tú eres?- pregunté incrédula.
¿De qué me conocía?
Ana le lanzó una mirada asesina. Estaba molesta, lo sabía.
Marcos se acercó hasta mí y me dio dos besos.
- Marcos Black. Si haces memoria, te acordarás de mí- sonrió-. Yo y mi primo solíamos enterrarte en la arena cuando veraneábamos en Adabat. Qué tiempos...
Por supuesto que me acordaba. Una vez estuve escupiendo arena durante todo el día. Suerte que Matt y Silver Black me protegían.
Había cambiado muchísimo, pero seguía siendo muy guapo. Debía ser el gen Black: absolutamente todos los miembros de la familia eran apuestos. Aunque en ocasiones la naturaleza se excedía más con unos que con otros. Recordé a Shadow Black. La última vez que lo ví tenía ocho años, pero ya era el más guapo de todos...Y también el más travieso.
- ¡Vaya, cuánto tiempo! casi no me acordaba, lo siento- exclamé sonriente antes de darle un abrazo. La verdad es que me alegraba mucho de verle.
- Estás perdonada. ¿Cuándo has vuelto?
- El sábado.
- Lo tuyo es suerte, Amy. Al final conocerás a todo el instituto en menos de una hora- dijo sonriente Irene-. ¿Qué pasa, Marcos? ¿A mí no me saludas?
Marcos fue a por ella a la vez que Lois le daba un codazo simulando estar cabreado.
- Para ti también hay, guapita.
- No me llames así- Lois fingió molestarse-. Seré gay, pero me gusta mi nombre.
El timbre interrumpió nuestra conversación, lo que hizo que también me fijara en que Ana se había quedado un poco apartada y  nos miraba con los brazos cruzados sobre el pecho. Ahora sí que estaba enfadadísima. Me pregunté si me echaría a mí la culpa.
Se despidió de mí con un gruñido nada más llegar al segundo piso, y se alejó caminando a prisa mientras Lois le gritaba que esperara.
Miré a Irene, desconcertada.
- Es por Marcos. Él no le hace mucho caso- explicó antes de cogerme del brazo y comenzar a caminar-. Pero no tepreocupes. Venga, que te pondré al día.
Comenzó a señalar a diversas personas con las que nos íbamos cruzando por el pasillo; me decía sus nombres y cómo eran. En ese momento mi prima pasó justo a nuestro lado.
- Dios las cría y ellas se juntan- dijo escondiéndose detrás de mi hombro.
Irene quiso hablar, pero la interrumpí.
- ¿Es por eso por lo que somos primas, Sally?- dije dádome la vuelta y cruzando los brazos.
Me miró de arriba a abajo y salió disparada.
- Creo que he encontrado mi alma gemela. Con la diferencia de que tú eres sexy de natural y yo tengo que luchar por serlo- Irene meneó la cabeza de un lado a otro.
- No desesperes.
- Lo intentaré- reímos antes de que prosiguiera con sus fugaces y agudos retratos-. Esa es Nuria Graña, y la larguirucha es Sara Lake. Son las secuaces de tu primita. Igual de zorras, créeme.
- No creía que nadie pudiera igualarla- dije.
Irene soltó una carcajada.
Nuria era una hedgehog bajita y peripuesta, pero la llamativa (si se le puede llamar así) era Sara, una murciélaga pelirrosa estirada que enseguida me recordó a una llama.
- Y esa que está apoyada en la pared es Laura- Irene se acercó para susurrarme-: no te fíes de ella, es una chismosa. También es la encargada del periódico de la escuela.
Era una loba rubia y bastante atractiva. De lejos se podía confundir con una Barbie de edición limitada... no por prestigiosa, sino por lo pronto que se hartarían de ella.
Con el dedo índice se enroscaba un mechón de su cabello mientras coqueteaba con un erizo de cuerpo perfecto. Me recreé en mirarle. Nadie llevaba el uniforme como él: desenfadado, pero elegante. Era desgarbado y alto, de espalda ancha y marcada. Solo la visión de sus hombros ya incitaba a fantasear. De cintura para abjo..., aparté la mirada. Se me estaba yendo la olla. Me imaginaba qué haría si estuviese en la posición de Laura; para empezar, no entrar en clase.
El chico tenía el brazo apoyado en el marco de la puerta de mi clase y susurraba algo a Laura con sensualidad mientra deslizaba sus labios por la mejilla de la loba.
Irene solo me había informado sobre las chicas, así que decidí preguntarle por el sector masculino del colegio. Pero cuando iba a hacerlo, ya en la entrada de clase, me topé con su rostro.
El muchacho que coqueteaba con Laura ¡era el mismísimo loco del taxi! Me sobresatlé tanto que me choqué con el marco de la puerta. Él me miró por encima de su brazo y me sonrió de una forma tan sensual que por un momento me quedé embobada mirando su boca. Reaccioné enseguida poniendo cara de asco para disimular. Él sonrió más.
-¡Tú!- susurré impactada.
- Hola, Amy- el tono de su voz me recordó al de Marcos-. Debo decir que el uniforme te queda escándalo.
- Cállate- interrumpió Irene tapándole la boca. Sonrió mientras lo hacía.
Entré con ella en clase y caminé hacia el pupitre del final casi sin darme cuenta.
-¿Estás bien?- preguntó Irene.
- ¡Ese de ahí es el capullo que robó el taxi!- dije exaltada, señalándole.
Venía hacia mí mientras yo tomaba asiento.
- ¿Shadow Black? ¡Lo sabía!- Ire chasqueó los dedos.
- ¿¡Shadow Black!?

Capitulo 8

Shadow:
Usher sonaba con la canción Trading Places mientras me acomodaba en el Bentley de Matt.
Ya sabía que Marcos, Thomas y Knuckles estaban a salvo en mi casa, y que mi padre esperaba a que llegara. Me aguardaba una buena bronca y, en realidad, con motivos. Era la cuarta vez que visitaba los calabozos de la comisaría de Trevi en lo que iba de año. Y tan solo habían pasado ocho días desde Nochevieja.
- ¿Sabes a quién has arrastrado contigo a comisaría?- me preguntó Matt aparentando seriedad, pero conteniendo una sonrisa.
Matt sabía el motivo de mi detención y opinaba que debía haber sido más duro con Fran.
- A una eriza que estaba buenísima- recordé sus largas piernas-. En serio, Matt, si la hubieses visto, hasta tú te hubieses quedado alucinado.
Soltó una carcajada.
- Ya veo. En realidad, sí, era muy guapa.
- ¿Pudiste verla? - pregunté extrañado.
- La saqué del calabozo, Shadow.
- ¿Cómo? - ahora estaba todavía más perdido.
Detuvo el coche frente al garaje del edificio Black. Cogió un pequeño mando, lo sacó por la ventanilla y pulsó el botón. La puerta comenzó a elevarse y Matt aprovechó para mirarme.
- Esa eriza que "estaba buenísima" era Amy Rose.
Si esperaba sorprenderme, lo consiguió. Le miré boquiabierto y con los ojos desencajados. Joder, si Ángel se enterase de que su hija pequeña había estado en el calabozo por mi culpa, me mataría.
«Con la de coches que había en la calle Corso, y tuve que coger el taxi que llevaba a Amy», pensé.
- ¿Lo sabe Ángel?- pregunté temeroso.
- No, pero lo sabe Midnight.

- ¡Es increíble, Shadow! Sabes que no puedes ir por ahí pegándote con el grupito de Fran. No dejas de estar en boca de todos y eso nos traerá problemas - dijo mi padre, alterado pero intentando no gritar para no despertar a mi madre y a mis hermanos mayores-. Encima, has metido a Amy Rose de por medio. ¿Sabes que hará la prensa si se entera? ¡Jesús!
Sentado en un sillón, observaba cómo mi padre caminaba de un lado a otro fumando sin parar.
- Lo siento, tío Midnight. No volverá a ocurrir- dijo Marcos poniendo cara de no haber roto un plato en su vida.
- Tú a callar, ya te hemos calado - dijo su padre, mi tío Mephiles-. Y vosotros...  - miró a Thomas y a Knuckles- ¿Le disteis duro? - les guiñó un ojo.
Todos nos miramos confundidos, pero terminamos riendo.
Estuvimos cerca de una hora comentando la pelea. Incluso Eric la representó en el centro del salón. Lo que comenzó como una reprimenda, terminó como una reunión de colegas que se explican unos a otros sus batallitas.
Sin embargo, durante todo ese tiempo mi mente no estaba en aquel salón, sino en una eriza de deslumbrantes ojos verdes.

Capitulo 7

Amy:
Mi compañera de celda se sentó justo a mi lado y me observó con...¿avidez? Rezaba para que Matt llegara cuanto antes. Ya le había llamado y me había dicho que no tardaría. La verdad es que parecía bastante tranquilo, como si ya supiera lo que había ocurrido. Al niñato chulo se lo habían llevado a otra celda, así que no sabía si había hecho su llamada ni si le dejarían salir pronto. Esperaba que no, y que se pudriera allí dentro.
 Aquella gata tan desagradable comenzó a invadir mi espacio personal abalanzándose sobre mí lentamente.
- ¿No sería mejor que habláramos un rato? Tú y yo podríamos ser amigas.
No, no seríamos amigas nunca.
 Su boca dibujo algo parecido a una sonrisa. De repente, estampó su nariz en mi mejilla e inhaló mi aroma ruidosamente. Me quedé quieta, con los ojos como platos y sin saber qué hacer.

- Amy Rose - llamó justo en ese momento el policía que respondía al nombre de Jorge. Me levanté ipso facto y me lancé a los barrotes entre los que ya veía la tranquilizadora figura de Matt. - ¡Gracias al cielo!- exclamé antes de que la puerta se abriera-. Quita de en medio.- Empujé al policía que me franqueaba la puerta y me tiré al cuello de Matt. Sus brazos me rodearon suavemente, apretándome contra su cuerpo. Su calor me calmó...pero solo unos segundos. Cuando volví en mí, me aparté de él y comencé a despotricar. - Mi primera noche en Mobius y acabo aquí por culpa de un capullo que está loco. Créeme Matt, temí por mi vida. Deberían encerrarlo en un manicomio. Comenzó a pegarse con otro tío y me aplastaron. Y unos minutos antes nos estrellamos contra un muro. ¡Mira mi ropa! Extrañamente, Matt parecía divertido. Me cogió de los hombros y me obligó a mirarle. - Cálmate, Amy, mi amor. No hay de qué preocuparse. - ¿Que no hay de que preocuparse? ¡Mi padre me matará! - Ángel cree que duermes en casa de Ana. Ya está todo listo, ella te espera en su casa. Volví a abrazarle. - Eres mi ángel. En ese monento, la reclusa estiró el brazo, cogió un mechón de mi cabello y comenzó a olisquearlo entre los barrotes. Jorge la alejó y a Matt se le dibujó una sonrisa al ver mi cara de terror. - Quieta Rosa - dijo el policía. - Sácame de aquí ahora mismo - murmuré con voz ahogada. Tengo que quedarme, fuera te espera un coche que te llevará a casa de los White. Me besó en la frente y me alejé de él a toda prisa sintiendo cómo su mano se separaba de la mía cuando nuestros brazos ya no podían estirarse más.

sábado, 15 de junio de 2013

Capitulo 6

Shadow:
 Fran logró escapar mientras detenían a la chica. Quise ir tras él, pero ya me habían cazado. Me empujaron contra la pared y me pusieron las esposas.
- Shadow, ¿ cuándo aprenderás?- se mofó uno de los guardias.
- Tú no podrás ver ese día porque estarás de guardia de seguridad  en un centro comercial.
Me encargaría de ello en cuanto pudiera.
- Qué gracioso-. Hizo una mueca antes de empujarme hacia el coche-. Vamos, esta noche dormirás en el calabozo.
La eriza no dejaba de gritar y se resistía a entrar en el vehículo. Estaba toda desaliñada, pero aún así exhibía  un cuerpo increíble... y bastante ágil. Colocó una pierna en la puerta y empujó hacia atrás provocando que dos policías tuvieran que reducirla. Finalmente entró y comenzó a dar patadas a los asientos. Sonreí.
- Señorita, cálmese o tendrá problemas.
- ¡Ya los tengo! ¡Le juro que se arrepentirán de esto!- les gritaba, y yo opinaba lo mismo-. Yo solo iba hacia mi casa cuando este gilipollas- dijo señalándome con la cabeza. Alcé una ceja, incrédulo- sacó al taxista del coche y comenzó a conducir como un loco.
- Todo eso podrá contarlo en comisaría. 
-  ¡¿Qué?! ¡Oh, Dios mío!-. Dejó de hablar y se desplomó en el asiento.
Por fin pude observarla con tranquilidad. Era increíblemente guapa; piel pálida y tersa, labios carnosos, nariz perfecta y unos ojos verdes deslumbrantes. Casi iluminaban la penumbra del vehículo. Tenía el cabello muy largo y liso, de un rosa más pálido que chillón. Del cuerpo no pude ver mucho, pero apuntaba maneras.
- ¿Qué coño estás mirando, imbécil?- me preguntó clavando aquellos ojazos en los míos. Jamás había visto una belleza igual.
- ¡Eh, tranquila! Deberías relajar el labio... mira, se hace así. -. Comencé a mover la boca lentamente.
- Serás... -. Se lanzó a por mí.
Poco podía hacer con las manos detrás de la espalda, pero un mordisco podía hacer daño.
- Jorge, esta chica intenta matarme- le dije a uno de los policías en tono jocoso.
- Si lo consigue, le estaré eternamente agradecido.
- ¡Ja! qué gracioso-. La empujé con un hombro-. ¿A qué comisaria vamos?
Jorge me miró con cara de pocos amigos mientras la eriza me enviaba miradas asesinas.
- Ya lo sabes.
- No, no lo recuerdo- ahora me tocaba mofarme a mí. Sabía exactamente donde nos dirigíamos.
- A Trevi, y ahora cállate- me gruñó el policía.
Trevi, perfecto. En una hora estaría en la calle.

Capitulo 5

Amy:
- A la calle Magnolia, lo más rápido posible, por favor- dije sabiendo que llegaría con retraso. Solo faltaban diez minutos para las doce.
Coger un taxi en la plaza del Renacimiento me llevó cerca de quince minutos. Y cuando lo logré, me topé con un vehículo que parecía rodar de puro milagro. Al tomar asiento, me clavé las bolitas de color teja de la funda del asiento. La voz de una cantante con problemas de garganta surgía de la radio. - Me llevó unos segundos reconocer que se trataba de música árabe-. Un olor a kebab rancio cubría todo el interior.
- Dios, tendré que volver a ducharme en cuanto llegue- mascullé al descubrir que había grasa por todos lados-. Dígame, ¿ha pensado en lavar este trasto?
El hombre sonrió y aceleró de golpe provocando que me estampara contra el asiento delantero. Lo hizo a propósito, pero no me molestó. Es más, sonreí.
- Señorita, se hace lo que se puede.
- Si usted lo dice.
Para ser casi medianoche, el tráfico era insufrible. Tan solo tres calles nos habían llevado los diez minutos que tenía de límite. Y ahora nos encontrábamos en otro atasco en la calle Corso.
- ¿Está usted seguro de que este era el camino más corto?
- En Mobius no hay atajos, señorita. Debería saberlo.
- Ya, claro. Usted está buscando propina- resoplé mientras el hombre sonreía.
- Por supuesto. Tengo que alimentar a mis tres esposas.
Le miré con los ojos abiertos de par en par.
- ¿No lo dirá en serio?
Mi comentario le hizo aún más gracia.
- Solo bromeaba-. Negó con una mano.
- En fin, si acepta tarjeta, podemos llegar a un acuerdo. Siempre y cuando no lleguemos más tarde de las doce y cuarto. De lo contrario, se encontraría con un cadáver- le dije tan dramáticamente como pude.
-¿ Dónde vive exactamente?
- En la mansión Rose.
El taxista abrió la boca ligeramente. Después me observó por el retrovisor. Sin duda, no esperaba que viviera allí.
- ¿Y qué hace cogiendo un taxi?- preguntó avanzando unos metros y volviéndose a detener.
Por suerte, ya estábamos en la plaza Popolo.
- Quiero independencia...
De repente, su puerta se abrió y un muchacho arrancó al taxista del asiento de un tirón. Solté un chillido al verle rodar por el suelo mientras se quejaba y maldecía. El muchacho se subió al coche, cerró la puerta y comenzó a maniobrar de una forma tan experta como brusca. No me dio tiempo a verle la cara, porque caí entre los asientos cuando dio un giro violento, pero sí puede escuchar cómo chocábamos con varios vehículos.
Me incorporé sin dejar de gritar.
«Que no sea un secuestro. Que no sea un secuestro», me iba diciendo a mí misma para tranquilizarme.
Volvió a virar rápido para entrar en la plaza Popolo sin el menor temor a atropellar a algún peatón. Dios, iba a morir, seguro.
Le miré. Era joven, de mi edad más o menos.
-¡Me cago en la puta! ¡¿Cómo coño se apaga este trasto?!- gritó sofocado, intentando apagar la radio.
Será gilipollas.
Soltó el volante y se puso a darle golpes con el puño y con la pierna como si le fuera la vida en ello. ¡Estaba loco!
La chica con problemas de garganta dejó de sonar enseguida, pero la música fue sustituída por las sirenas de la policía. Venían detrás de nosotros.
- Maldita mierda de coche. ¿Por qué coño no he cogido el Fiat?- gritó, a la vez que se percataba por fin de que tenía compañía tras él-.¡ Joder!

Aproveché para atacar y me lancé sobre él dándole patadas.
- ¡No me secuestres, capullo! ¡Déjame bajar!- chillé con fuerza mientras él esquivaba mis golpes.
- ¡¿Quieres estarte quieta?! ¡Estás delirando!
El coche se desvió de repente y chocamos contra un muro. Salí despedida hacia delante y me golpeé la cabeza y los hombros contra el salpicadero. Los cristales cayeron sobre mí, pero enseguida percibí cómo el chico me cubría. De milagro, no sufrí ningún corte.
Lo empujé y me arrastré hacia la puerta con el cuerpo dolorido. Me lancé al suelo y caí en un charco justo antes de que otro erizo se tropezara con mis piernas. ¿De dónde había salido éste?
- ¿Vienes a por más?, Fran- dijo mi presunto secuestrador.
- Me subestimas.
El tal Fran se lanzó a por el otro muchacho y comenzaron a pegarse prácticamente sobre mí. Intenté escapar, pero cayeron al suelo y Fran me dio un puñetazo en el hombro. 
- Quita de aquí, joder- me espetó.
Le di una patada justo cuando un policía me sujetaba por la espalda y me arrastraba fuera de allí. El acero caliente del capó fue lo que sentí en mi cara mientras unas esposas me inmovilizaban las muñecas.
Estaba detenida.

viernes, 8 de febrero de 2013

Capitulo 4

Shadow

Vi la plaza de Green Hill  en cuanto di la última curva. La pelea ya había comenzado... con más gente de la que esperaba. El grupito de Fran y sus muñequitas había venido acompañado de más acólitos.
Nos doblaban en número.
Unas ancianas que pasaban por allí salieron escopeteadas al ver aquel espectáculo de patasas y puñetazos. Me dio tiempo a ver que una de ellas se disponía a telefonear; pronto tendríamos la visita de los policías.

Detuve mi Yamaha YZF R1 negra hincando la rueda delantera en el asfalto de una forma un tanto agresiva. Soltó un chirrido que vino acompañado de una débil humareda blanca, que no me impidió ver cómo uno de los gemelos Rose, Simón, sujetaba los brazos a Marcos mientras Fran le daba un golpe en el estómago. Mi amigo Thomas tenía la cabeza de Christian bien aferrada entre su brazo y las costillas y no dejaba de darle puñetazos. Otro muchacho saltó sobre él, pero Thomas se zafó rápidamente sacudiendo los hombros. Nadie quería pelearse con Thomas. Medía un metro noventa, ancho de espaldas y muy fuerte. Costaba adivinar que tuviera dieciocho años.

Guillermo, el otro gemelo, y otros dos niñatos más intentaban retener a Knuckles. Knuckles era pequeño, muy escurridizo y muy fuerte, así que en una pelea solo tenías dos opciones: perseguirle o enfrentarte a él.

Sin embargo, lo que más me molestó fue ver que un muchacho, rezagado del meollo, grababa la pelea desde su móvil.

Apreté los labios mientras me bajaba de la moto tirándola a un lado. Solo llevaba unas semanas con ella, pero no era la primera vez que rompía algo. Qué más daba, podría comprarme otra cuando quisiera.

Me lancé sobre el muchacho, que no me había visto llegar. Le arranqué el móvil, y con él, le di un puñetazo en la cara. El aparato se hizo trizas entre mis dedos. Cayó al suelo fulminado, uno menos.
Ahora Fran era mi objetivo y fui a por él con decisión. Levanté la pierna y la lancé contra su pecho con tal fuerza que lo tiré al suelo. 

 Ahora Fran era mi objetivo y fui por él con decisión. Levanté la pierna y la lancé contra su pecho con tal fuerza que lo tiré al suelo. Al caer, pude oír un pequeño gemido. No dejé que se levantara, salté sobre él y le di un puñetazo que impactó en la mandíbula. Su cabeza rebotó contra el suelo, y el labio y la nariz comenzaron a sangrarle. Aún así, sacó fuerzas de donde no las tenía para revolverse y empujarme. Caí y se colocó sobre mí. Marcos desvió el golpeque iba a darme con una patada. Aquel simple gesto hizo que yo volviera a darle otro puñetazo. Lo que no esperaba era que Christian se zafara de los brazos de Thomas y me diera una patada en la ceja.
Noté como la sangre se deslizaba por mi cara, pero eso no impidió que me lanzara sobre él. Le di un puñetazo en el estómago y comencé a pegarle en la cara mientras gritaba.

De repente, se oyeron las sirenas de la policía acercándose. La jodida llamda de las viejas había sido muy efectiva. Era el momento de salir cagando leches, pero no podría hacerlo en la moto porque venían por esa dirección.

Marcos tiró de mí con fuerza y me puso en pie.
- ¡Vamos, tenemos que irnos, Shadow!- gritó Thomas comenzando a correr.
Knuckles le siguió y, tras ellos, los gemelos y el muchacho del móvil, que iba sangrando.
- ¡Shadow!- chilló Marcos.

Fran, ya de lejos, me observaba con una sonrisa fanfarrona y mirada interrogante. Sabía que ahí no terminaba la cosa. Se había atrevido a tocar a mi primo y a mis amigos, y eso no lo podía consentir. Me encargaría de él en cuanto se volviera a cruzar en mi camino.
- ¡Estás muerto, hijo de ****!- clamé antes de sentir como Marcos me obligaba a correr.

Un coche de policía apareció cortándonos el paso justo cuando íbamos a cruzar la calle. Reboté contra él y me impulsé hacia delante saltando sobre el capó. Retomé velocidad y dejé al policía saliendo del coche. Marcos retrocedió y se perdió entre los árboles. Por suerte, la atención no estaba puesta en él... sino en mí.